jueves, 23 de junio de 2011

Por bolitas de dulce

A algunos les ha dado por arremeter contra el lucro en la educación, como si éste tuviera algo que ver con los problemas del sector.
Por Luis Larraín

Jóvenes que reciben mesada de sus padres marchan reclamando contra el lucro en educación. Probablemente no entienden de qué se trata, así como tampoco entienden lo que leen, según los resultados de las pruebas que rinden. 

Y es que a algunos les ha dado por arremeter contra el lucro en la educación, como si éste tuviera algo que ver con los problemas del sector. Y los jóvenes, claro, repiten consignas.

Sucede algo extraño con el lucro. A nadie se le ocurriría comprar un auto fabricado por una institución sin fines de lucro. La sospecha es que no sería muy bueno y muy pronto estaría de vuelta en el taller. Pero si se trata de educación y salud, entonces sí. Puro corazón. Pero la verdad es que para educar y para sanar se requiere algo más que puro corazón.

Quienes critican el lucro se aferran, además, a una definición formal de éste: es con fines de lucro una entidad que reparte excedentes a sus dueños y, en cambio, es sin fines de lucro la que, aun teniendo excedentes, no los reparte a sus dueños. Eso no resiste mucho análisis. Los seres humanos no cambian por la naturaleza jurídica de la institución en que trabajan. Todos buscan su beneficio personal (los alumnos universitarios quieren ganar dinero con sus estudios) y, bueno, también persiguen otras cosas, como un ambiente agradable donde trabajar, posibilidad de crecer en su formación, etc.

Cuando una institución no tiene un dueño formal y sí genera excedentes, entonces sus administradores se apropian de éstos. Hay distintas formas de hacerlo. Si no se pueden llevar para la casa el dinero en forma de utilidades, se lo pueden llevar como sueldos pagados en exceso por sobre lo que producen. ¿Ha escuchado usted alguna vez de profesores universitarios a quienes se les ve poco por su facultad?

O también pueden contratar más gente, podrían ser amigos o parientes, hasta agotar los excedentes. ¿No le tinca que las instituciones sin fines de lucro podrían tener más empleados por alumno que las otras? Las compras de bienes y servicios son otra forma de usar los fondos que pudieran sobrar, no siempre de forma muy eficiente o con absoluta corrección. Son pocas las instituciones que acumulan excedentes indefinidamente sin que tengan mecanismos especialmente ideados para ello. También podrían invertir en equipamiento, laboratorios, edificios, me podría decir alguien. Claro que sí, ¿y las instituciones con fines de lucro acaso no lo hacen?

Distinta es la discusión acerca de la fiscalización que debe ejercerse sobre las universidades. Especialmente cuando hay recursos fiscales comprometidos, es un deber del Estado fiscalizar su correcto uso. Pero eso no tiene nada que ver con el lucro o la ausencia de él.

A quienes les gusta ver a las personas sometidas a reglas de comportamiento dictadas por el Estado también ponen el grito en el cielo para referirse al lucro en la educación. Es una versión maniquea de las cosas. Ellos, los virtuosos, educarían sin fines de lucro por puro altruismo y los otros, en cambio, individuos codiciosos, lo harían porque con ello ganan dinero. Ambos, la verdad sea dicha, reciben dinero por el trabajo que hacen y no están en ello por bolitas de dulce.






Fuente: Columna Diario La Tercera. Sábado 18 de junio 2011 http://bit.ly/ljeG6G

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